martes, 11 de noviembre de 2008

Protestas masivas obstaculizan la llegada del convoy nuclear a Gorleben


Acciones sorpresa de activistas y sentadas masivas de manifestantes antinucleares bloquearon ayer durante horas el paso de un convoy de residuos hasta el cementerio de Gorleben (norte de Alemania), que quedó detenido mientras la Policía retiraba una y otra vez los obstáculos de la calzada.

El último tramo entre Dannenberg y el depósito de residuos, unos 20 kilómetros de carretera, se caracterizó por continuos enfrentamientos entre activistas y Policía, que alternó las cargas con la retirada, uno a uno, a rastras o en volandas de los manifestantes. Un millar de antinucleares mantuvieron durante horas una sentada a las puertas del cementerio, hasta que hacia el mediodía comenzaron a desalojarlos. Apenas despejada la calzada, tres activistas burlaron los controles policiales y aparecieron sobre el asfalto, de esa única carretera a Gorbelen, portando una pirámide de hormigón.

Fuentes policiales señalaron que los manifestantes mostraron «un potencial de violencia con el que no contábamos», pero la gran mayoría se dejó desalojar sin oponer resistencia y quienes reaparecieron con la pirámide de hormigón demostraron más creatividad que agresividad.

El convoy -once vagones- partió el viernes de La Hague (Estado francés), pero antes de entrar en Alemania fue preciso desalojar a tres activistas que se habían adherido a las vías con cemento. En Dannenberg, localidad vecina a Gorleben, a donde llegó ayer de madrugada, se concentraron 16.000 personas para protestar por ese transporte, la mayor movilización antinuclear en Alemania desde 2001.

Miles de campesinos indios se suicidan tras utilizar cultivos genéticamente modificados


Los niños estaban inconsolables. Mudos de miedo y luchando por contener las lágrimas, se acurrucaban junto a su madre mientras amigos y vecinos preparaban el cuerpo de su padre para la cremación sobre una ardiente hoguera levantada sobre los agrietados y estériles campos cercanos a su casa.

Mientras las llamas consumían el cadáver, Ganjanan, de doce años, y Kalpana, de catorce, se enfrentaban a un futuro sombrío. Aunque Shankara Mandaukar había confiado en que su hijo y su hija tendrían una vida mejor bajo el boom económico de la India, se tienen que enfrentar ahora a un trabajo de esclavos por unos cuantos peniques al día. Sin tierra y sin hogar, se hundirán en lo más hondo.

Shankara, campesino respetado, marido y padre cariñoso, había puesto fin a su propia vida. Menos de veinticuatro horas antes se había bebido una taza de insecticida químico al tener que enfrentarse a la pérdida de sus tierras a causa de las deudas. Se desesperó al no poder devolver una deuda equivalente a las ganancias de dos años. No pudo encontrar solución.

Aún había huellas en la tierra por donde se había retorcido en su agonía. Otros campesinos le miraron –sabían por experiencia que no tenía sentido intervenir- cuando se dobló sobre la tierra, gritando de dolor y vomitando.

Gimiendo, se arrastró hasta un banco situado en el exterior de su sencillo hogar, situado a unas 100 millas de Napgur en la India Central. Una hora después, ya no se oía ruido alguno. Había dejado de respirar. A las cinco de la tarde de un domingo, la vida de Shankara Mandaukar se apagó.

Cuando los vecinos se reunieron para rezar alrededor de la casa familiar, Nirmala Mandaukar, de 50 años, les contó cómo volvió a todo correr de los campos para encontrar muerto a su marido. “Era un hombre afable y cariñoso”, dijo llorando suavemente. “Pero ya no podía más. La angustia mental era demasiado grande. Lo hemos perdido todo”.

La cosecha de Shankara fracasó durante dos años seguidos. Desde luego, el hambre y la pestilencia forman parte de la antigua historia de la India.

Pero la culpa de ha muerte de este respetado campesino la tiene algo más moderno y siniestro: los cultivos genéticamente modificados (GM).

A Shankara, como a millones de campesinos indios, le habían prometido anteriormente insólitas cosechas e ingresos si dejaba de cultivar con las semillas tradicionales y en su lugar plantaba semillas GM. Pero las cosechas fueron un fracaso, y no le quedaron más que fuertes deudas y ningún ingreso.

Por eso Shankara se convirtió en uno de los 125.000 campesinos que se estima se han quitado la vida como consecuencia de la despiadada campaña que ha convertido a la India en un campo de pruebas de los cultivos genéticamente modificados.

Las cifras oficiales del Ministerio indio de Agricultura confirman efectivamente que, conformando una crisis humanitaria inmensa, más de 1.000 campesinos se quitan aquí la vida cada mes.


Gente sencilla, rural, que se está quitando la vida agonizando lentamente. La mayoría ingieren un insecticida, una cara sustancia que les prometieron no necesitarían cuando les coaccionaron para plantar los caros cultivos GM. Al parecer, muchos están masivamente endeudados con los prestamistas locales, habiéndose endeudado hasta las cejas para poder comprar esas semillas GM.
10 libras [*] por 100 gramos de semillas GM, comparado con lo que cuestan las semillas tradicionales: menos de 10 libras por mil veces la cantidad anterior.
EXTRAIDO DE REBELION.ORG

domingo, 2 de noviembre de 2008

Detenidas las obras destructoras en varios lugares (NO TAV


Viernes 31 de octubre de 2008, hemos parado las obras del Tren de Alta Velocidad en tres sitios: Ordizia, Aramaio y Miñano, y también las obras de la Autopista SuperSur en Bilbao.
En Ordizia encadenándonos a la máquina que está haciendo el tunel, en Aramaio y en Bilbao encadenándonos a excavadoras y camiones y en Miñano con una sentada encadenados. Además más gente ha participado con carteles y grandes pancartas que decían: TXIKIZIOA GELDITU, ZULA EZAZUE ZUEN BURUA(agujerear vuestras cabezas!), DESARROLLISMOAREN AURKA EKINTZA ZUZENA (contra el desarrollismo acción directa).LEER MAS...............

Extraido de kinamen.org